martes, mayo 23, 2006

Algo sobre el poder de la mente

El gran poder de la mente, esa porción inexplorada del cerebro humano, que alberga los poderes ocultos más increíbles que la naturaleza humana pueda poseer (sin adherirnos al sentido antrópico, no se ha sabido aun de perros telequinéticos o de loros telépatas). Gracias al misterioso poder de la mente, podremos (mediante una módica cantidad entregada al misteriopata de turno) aprender a mover objetos a distancia, leer la mente de los que nos rodean, adivinar el futuro o recordar un pasado en otra vida, e incluso, si, curar enfermedades terminales de esas que la fastidiosa medicina convencional dice que no podremos aliviar).

Al menos, eso es lo que dicen los charlatanes de turno.

Alguna persona me comentaba en algún momento, que la combustión espontánea Si existía, si era real, era un fenómeno estudiado científicamente y avalado por años de investigación. Dentro de la discusión, me refirió la anécdota de algunos lamas tibetanos, que practican alguna especie de ritual en los que, desnudos, aposentan sus traseros sobre la nieve, con el fin de, mediante el poder de la meditación, soportar las inclemencias del tiempo. Era tanto el calor que generaban, según mi interlocutora, que cada 10 minutos tenían que rociar con agua la única sábana que usaban para cubrirse para mitigar el increíble calor que generaban sus cuerpos. Y, si estos señores, por medio del poder de la meditación podían realizar estas hazañas, ¿por qué no podría un ser no entrenado, como su vecino, o el tendero, generar inadvertidamente esta misma energía, pero mal controlada que podría a fin de cuentas incinerar el cuerpo de la víctima?

Por supuesto, la fuente de esta información procede de libros escritos precisamente para reafirmar esta clase de creencias, o para malinformar al ingenuo que piensa que porque algo aparece publicado es verídico. Y es que temas como "el misterio de la llama violeta", meditación con tu amigo Saint Germain y un innumerable etcétera adolecen de una tremenda ignorancia o credulidad al aportar a la persona que busca respuestas o solamente misterios para entretener un morbo por lo ignoto gozan de una inmerecida popularidad avalada por los charlatanes y los medios en que medran estos personajes. De nada sirvió que le explicara a mi interlocutora que una persona que genera la clase de temperatura necesaria para derretir la nieve a su alrededor, y que además necesitan que les rocíen de agua cada 10 minutos, es muy probable que muera al poco tiempo. El cuerpo humano no está adaptado para soportar esa clase de temperatura, lo cual hace muy dudosas la credibilidad que podría tener ese tema. Pero, como va rodeado del aura mística de la meditación, entonces… todo es posible. ¿o no es así?

Lo mismo sucede con los que defienden a capa y espada la tesis de la telequinesis. La premisa fundamental de esta ficción es que la mente puede generar la energía suficiente para elevar un objeto por los aires, moverlo de sitio o teletransportarlo a un sitio cualquiera, sin asistencia mecánica, sea esta muscular o por medio de cables (que me consta es como hacen los charlatanes de turno para convencer de sus poderes sobrenaturales).

Y la defensa que presentan para apoyar esta idea, es que el ser humano no utiliza la mayor parte del cerebro, dejando la tarea cognitiva o motriz a un miserable 6 a 10% de la masa cefálica.

Eso es absurdo por supuesto. La misma evolución habría dispuesto la paulatina desaparición de esa porción sin utilizar del cerebro. La idea proviene probablemente de una mala interpretación a una cita de Einstein, en la que apunta (acertadamente, me parece) que el ser humano demuestra en ocasiones una estupidez tan colosal, que pareciese que solo utiliza una porción mínima de su cerebro, aunque no estoy seguro, pues hay una gran probabilidad de que también haya visto su génesis en William James, que escribió a principios del siglo pasado "Solo aprovechamos una pequeña parte de nuestros recursos mentales y físicos" Como quiera que sea, esa idea ha demostrado una y otra vez que se sustenta en una falacia absoluta. A pesar de la alta redundancia de nuestros cerebros, un daño a veces pequeño en el cerebro humano puede tener devastadores efectos sobre las funciones motrices o sobre el comportamiento.

Por otro lado, algunos defensores de la telequinesis afirman que la utilización del 10% de nuestro cerebro no especifica un área definida, sino que solo una de cada 10 neuronas trabaja mientras las otras están de paseito por la calle del ocio. No obstante, esto es también una mentira colosal. En primer lugar, ¿como llegan a esa conclusión? No me imagino, a decir verdad, a un mercachifle de lo incógnito haciendo un complejo mapeo cerebral para definir como es que funciona el cerebro humano, como para salir con esa clase de chorrada. Y si pudiera hacerlo, entonces mal haría en perder su tiempo tratando de vender telequinesis a domicilio cuando podría estar ganando millonadas en las salas de operación. ¿Que lo dicen los libros de telequinesis? Entonces cabe nuevamente realizar la misma pregunta. ¿Por qué gastó tiempo en escribir un libro de esa calaña el autor cuando podría ganarse el dinero de manera infinitamente más honesta, como neurocirujano preparando meticulosos mapeos cerebrales a sus pacientes para una compleja operación de remoción de tejido nervioso durante una cirugía para tratar una epilepsia, y así evitar dañar áreas importantes (que si la tesis del 10% fuera cierta, no sería tan necesario)

Comentaba sobre la misma evolución. Existe una clara ventaja evolutiva al tener cerebros mas grandes, en relación con el tamaño del cuerpo. Un elefante tiene un cerebro más grande que el de un humano, pero la relación de su cerebro con su masa corporal es mucho menor que la nuestra. La falta de uso de un área importante del cerebro, no habría propiciado una ventaja evidente en la evolución de nuestra especie con respecto al tamaño de la masa cerebral, y esta iría en descenso. Por otro lado, durante el desarrollo se forman muchas sinapsis nuevas, actividad que no tendría sentido si no fuesen a estar en uso eventualmente.

Pero, si nos vamos por otro lado, suponiendo que realmente la mente pudiera generar alguna especie de energía (manifestación que los charlatanes jamás han podido medir, mucho menos cuantificar, pero aun así se sienten con la autoridad suficiente para especular sobre ello) mística, suficiente para poder mover objetos a distancia, surge un pequeño nuevo problema: el de la conservación de la energía.

Un objeto con una masa definida, con un peso determinado de acuerdo a su densidad y su masa, requiere de una cantidad definida de energía para poder moverse, la cual se centuplicaría en el caso de la levitación. La mente humana, simplemente no está adaptada para el manejo de las energías involucradas para generar el trabajo suficiente para poder mover ese objeto. Se requieren de tremendas cantidades de energía para poder mover una partícula, y eso solo una partícula. Para poder mover un auto la cantidad de energía requerida se multiplicaría exponencialmente. Un cerebro humano, que tuviese que lidiar con semejantes cantidades de energía sufriría un colapso que le dejaría incapacitado incluso para ocupar un espacio. En pocas palabras, se destruiría. Y con esto no me refiero a que sufriría una especie de combustión espontánea, pues estoy seguro que ahí estaría dando material para que los creyentes en esa tontería tuvieran mas armas para defender esa tesis absurda. Simplemente colapsaría y dejaría de funcionar. Y eso también se aplicaría para la telepatía. Una masa orgánica simplemente no puede funcionar como receptor de señales externas mas que las procesadas e interpretadas por nuestros sentidos.

Y ahí hay un gran problema para los defensores de la telequinesis.

Aunque pensándolo bien, quizás estas personas tengan la razón, y efectivamente solo se utilice el 10% de el cerebro humano.

Pero, eso parece ser que sucede únicamente en los casos donde se requiere solo de concurso de una fracción del cerebro, apenas el suficiente talento para sostener una pluma o teclear en un ordenador un libro sobre la meditación trascendental, o para proponer la existencia de la telequinesis, o la combustión espontánea. O para defender las teleplastías.

martes, mayo 09, 2006

Mundos para-lelos

Algunos creen en fantasmas.

Algunos, incluso ven fantasmas. Los que son testigos de estas particulares visiones, no son capaces de ver otra alternativa mas que la visita de seres de ultratumba. Aquellas apariciones espectrales que despiertan el morbo por el misterio y alimentan esa vena lúgubre que puede haber en cada uno de nosotros. La simple posibilidad de que tal fenómeno fuera real, es capaz de conmover a muchas personas.

Dedicados a su presentación, hay innumerables mercaderes de credulidad (estuve tentado a escribir "ignorancia", pero no todos los que gustan de tales programas son necesariamente ignorantes) Desde Iker Jimenez, que es capaz de ver conspiraciones por doquier, que habla de las "serendipias" sin entender realmente de que tratan, y vende fantasmas prefabricados vía Adobe © para después endilgarse la dalmática de investigador serio y competente cuando otros revelan por fin el fraude, aprovechando la extrema fascinación que despierta en un público ávido de fantasías y que se deja engañar voluntariamente, pasando por personajes con (aunque usted no lo crea) mucho menos cultura como lo son Carlos Trejo que vende fantasmas incluso ya con la fecha de caducidad de hace más de 5 años, y es que ni siquiera tiene talento para el reciclado, como aquél famoso fantasma en "3 Hombres y un bebe" que resultó fastidiosamente ridículo (de entrada, la película se rodó en un set cinematográfico, e ignoro como un niño que vivía en un departamento terminó suicidándose con un rifle de esas características en un set prefabricado) y demás fauna dedicada al comercio de ignorancia.

Resulta evidente, como comentaba en una ocasión anterior Mauricio-José Schwarz que la gente jamás se dejará convencer mas que de aquello en lo que estén dispuestos a dejarse convencer. Los que comercian con las expectativas emocionales o deseos de trascendencia de los demás no necesariamente tienen que creer en esas mamarrachadas, a fin de cuentas, y a falta de otro talento, es lo único que parece saben hacer para vivir. Pero el grueso de la población acepta sin discernir entre lo que es real, tangible, comprobable, y lo que es solo producto de una fantasía, por consoladora o interesante que esta resulte. A fin de cuentas, si esto me resulta interesante, si me gusta, si me llena un nicho importante entre aquellos huecos afectivos de que adolezco, entonces debe ser real. Lo dice este o aquel libro, salió en el programa de TV de mengano o zutano. Y si sale publicado, o si sale en la TV, entonces por virtud de ello, debe ser real, ¿no es así?

En el programa de TV de "Viva la mañana" que se transmite por la TV mexicana en el canal 4, sale al aire una sección denominada "La mesa de Adame" donde se dan cita la más bizarra colección de vividores de lo para-anormal, desde brujas, chamanes, un par de payasos autodenominados "hombres de negro" pertenecientes a una liga de la justicia paranormaloide, hasta los pesos pesados de la credulidad de las masas, el Sr. Maussan, Trejo, Amira, y demás defensores de "un mundo nos vigila" sea este extraterrestre, del inframundo, o dentro de sus cabezas; lectores de cartas, hojas de te, de naranjo o belladona y un incontable etcetera. Y para darle un aspecto de imparcialidad (risible) a la supuesta mesa, invitan a un escéptico. (omito nombre pues bastante vergüenza ha de resultar salir en ese atropello de programa) el cual se ve metódica y sistemáticamente atacado/vilipendiado/acusado/burlado por los guapos y heroicos cazafantasmas que aparentando defender las creencias de los demás, solo defienden su fuente de ingreso. La imparcialidad está ausente de tal programa a lo largo de su transmisión, al grado de que el mismo presentador da fe absoluta de la realidad de los casos presentados por los fantasmólogos o el creyente en turno.

Esta mañana presentaron nuevas evidencias de la realidad de los fantasmas, y como plato principal un par de videos realmente absurdos por lo ingenuo de su manufactura. Un fantasma, simple reflejo en un cristal presentado como alma en pena en un estudio de grabación, mientras que otro, tan ridículo que daba risa, se notaba el sello de “fantasyland productions inc.” Por todas apartes.

El escéptico, nuevamente, acosado por todas partes por parte de un público que con sus llamadas apoyaban a los presentadores del nuevo misterio en turno, instándolo a callar, a dejar de atacar a los pobrecitos y sufridos creyentes, en pocas palabras, y de manera indirecta, abogando por la eliminación definitiva de la razón y de ese mundo fastidioso llamado “realidad”. Pero me consta que la realidad no desaparece o modifica por el mero deseo de hacerla más interesante, o menos acuciante.

Dice un estimado amigo mio, Antonio:

Asegurar que los perros vuelan equivale a que te tomen por loco, ahora bien; pueden realizarse afirmaciones mucho más disparatadas (con tal de que el más allá esté por medio) y siempre habrá gente dispuesta a creerlo. Erróneamente se suele relacionar la credulidad con cierta falta de cultura, pero no siempre es así. Vengo observando que hay al menos dos tipos de crédulos muy bien definidos:

Personas de cierta edad y escasa cultura que, habiendo recibido una educación religiosa, han acabado mezclando todo tipo de supersticiones con los mitos propios del cristianismo. Son consumidores en potencia de apariciones marianas, santos que lloran y manchas de humedad con cara de personajes bíblicos.

Personas jóvenes y con estudios que no han recibido una educación religiosa especialmente intensa, pero sí lo suficiente para inocular en ellos la idea de otro mundo paralelo e invisible

En el primer caso todo misterio se proyecta hacia lo religioso, ya que el imaginario colectivo de varias generaciones estuvo dominado por una única y poderosa interpretación, y cualquier superstición desembocaba inevitablemente en ella.

El segundo ejemplo no es sino el fracaso de un sistema de adoctrinamiento venido a menos. Cualquier chico de 15 años de hace unas décadas tenía un conocimiento mucho mayor sobre los mitos católicos que los adolescentes actuales; en su vida diaria tenían más importancia los acontecimientos religiosos, y su comportamiento estaba más sometido a la moral que dictaminaba la iglesia.

La consecuencia de esa incapacidad de la religión para seguir practicando sus viejas técnicas de control mental es que muchos jóvenes de hoy son portadores del virus religioso, pero no han llegado a desarrollar la enfermedad. Viven la incertidumbre de un adoctrinamiento inacabado, con una primera etapa que les permeabilizó el tabique entre lo real y lo fantástico, pero sin consolidar la segunda fase que les hiciera interpretar en clave confesional todo lo desconocido.

Esta generación de nuevos crédulos, de autodidactas del misterio, reciben sus referencias de Hollywood en lugar del Vaticano, y no es mejor ni peor; simplemente diferente. Sigue habiendo quien se beneficia de ello sobre la base de interpretar la fantasía, y por supuesto hay quien por encima de todo necesita creer.

El ateismo es a la religión lo que el escepticismo a las creencias paranormales, por mucho que en lo primero esté implícito lo segundo. Tal vez ya no sean los dioses y sus mercaderes los mayores enemigos de la razón humana, sino que la verdadera lacra intelectual del siglo XXI puede venir de la mano de las paraciencias, que a la postre no son sino variantes actualizadas de las más antiguas supersticiones.

Ya para finalizar, tengo que admitir que la existencia de supersticiosos paranormaloides vendedores de fantasías es a veces necesaria. Considero, salvo una mejor opinión, que el fenómeno que estamos viviendo donde tanta superstición se vende al por mayor, es un signo inequívoco de una terrible falla en los sistemas educativos, y es un fenómeno que verdaderamente requiere de nuestra atención. Quizás el que medren a sus anchas tanto charlatan obedece a una necesidad subconsciente por parte de la sociedad que clama a gritos por una reestructuración de los sistemas educativos.

Los vendedores de mundos alternos también cumplen una función secundaria: Son necesarios.

Y son necesarios, en el sentido que, como dijo Enrique Jardiel Poncela Los idiotas también son necesarios, aunque sea para resaltar el talento de los inteligentes

Y con esto, no intento declararme con una inteligencia superior o insólita. Soy solo un poquito inteligente. De verdad, solo un poquitin

Lo suficiente como para no caer en las garras de los paranormalógolos y creerme a ojos cerrados tanta estupidez :P

martes, mayo 02, 2006

¿La caja idiota?

Siempre que escucho un comentario al respecto de alguna película, un comediante, una frase oportuna, o similares, donde se dice: ¡Qué idiota! refiriéndose a quien ejecutó un chascarrillo o algo más que movió a la risa, me llama la atención en extremo la denominación de “idiota”, pues siempre he considerado que una buena rutina o una frase ingeniosa que arranca la carcajada espontanea requiere de una inteligencia especial, un ingenio inusual, o simplemente una facultad sobresaliente para elegir el momento oportuno para la ironía o el sarcasmo.

Claro que con esto no me refiero a aquel grupo de mal llamados “comediantes” que practican el denuesto del oficio en la televisora local. Decía Enrique Jardiél Poncela: "El día que tenga que utilizar el doble sentido para hacer reir, ese día empeño mi pluma" y no podría dejar de estar más de acuerdo con esta frase.

Hacer reir, no debería ser patrimonio esclusivo de quienes explotan el morbo y el albur. Se está educando a la gente para condicionarla exclusivamente en esa forma de “entretenimiento”. Lo he notado desde hace tiempo. La televisora de más rating al menos en el D.F. así como su contraparte en la TV del gobierno, han encausado la risa facil, la explotación del albur y el doble sentido en la perversión de un arte que otrora exigía mayor astucia e ingenio que simplemente el pastelazo facil y la frase vulgar.

Haciendo una retrospección, ultimamente no son muchas las películas o programas de TV que me han hecho reir por el ingenio del escritor. Y no se trata únicamente de un desencanto por el medio, o de una amargura precoz. Simple y sencillamente que la forma del humorismo se ha visto vilipendiada por una serie de rutinas saturadas de clichés y sinsentidos, o macuarrismo que lejos de divertirme, me enferman. Hace algunos años, acompañado de mi brujer, fuimos a ver una película de Jim Carrey “Dumb and dumber” y para ser honestos, no veía la hora en la que terminara la función. Lo achaqué posteriormente a mi estado de ánimo, pues me llevaron a la fuerza a ver esa película (Donde manda capitán, no gobierna marinero) y realmente la detesté. De hecho, son extremadamente pocas las películas o algunos gags aislados de ese señor que realmente me han hecho reir. Y es que realmente no le encuentro la más mínima gracia. Recurrir a lo absurdo puede ser una fórmula efectiva para divertir al ciudadano medio, pero en lo personal lo encuentro fastidiosamente soso.

La gente acepta generalmente lo que se programa en la TV sin preguntarse siquiera si lo expuesto tiene un valor intrínseco. Acostumbrados como estamos a depender de formas probadas de entretenimiento, no nos detenemos a pensar ni un momento si estamos viendo material de calidad, o nos abandonamos a lo superfluo, o a lo simplemente estúpido. Resulta muy gracioso reirse de las tribulaciones ajenas, del ridículo al que se ven sometidos otros, mientras no sea uno mismo la víctima. ¡Seguro! ¡es muy gracioso ver como un representante de la ley es superado en ingenio por dos perfectos papanatas! Ahi se ve mucha gente reflejada, y la comparación, debo añadir, no es nada halagadora.

El pensamiento crítico, el razonamiento meticuloso son enemigos de todos en nuestra sociedad. Eso parece ser lo que pretenden enseñar los directivos de las televisoras, mandados sepa usted por quién. Y no es dificil comprender las causas. Una población bien entretenida, es una población facil de manejar. Edúcadles, y empezarán a cuestionarse muchas cosas, no solo si la calidad de un programa es aceptable, sino sobre las actividades de otras instituciones que impactan más directamente en la vida cotidiana.

La figura del escéptico es denostada en cualquier programa de alto raiting. de esos que se sabe la mayoría de la gente ve. Solo hay que escuchar las lecturas de las llamadas del público: ¡Que guarde silencio el escéptico! ¡Que se calle la boca! ¿Qué se cree ese patan? ¡Ese tipo no sabe ni atarse los zapatos sin ayuda de sus máquinas! y estupideces por el estilo. Y ¡los comentaristas muestran su acuerdo!

Parece, como si la gente estuviese siendo entrenada para celebrar la estupidez.

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