Mundos para-lelos
Algunos creen en fantasmas.
Algunos, incluso ven fantasmas. Los que son testigos de estas particulares visiones, no son capaces de ver otra alternativa mas que la visita de seres de ultratumba. Aquellas apariciones espectrales que despiertan el morbo por el misterio y alimentan esa vena lúgubre que puede haber en cada uno de nosotros. La simple posibilidad de que tal fenómeno fuera real, es capaz de conmover a muchas personas.
Dedicados a su presentación, hay innumerables mercaderes de credulidad (estuve tentado a escribir "ignorancia", pero no todos los que gustan de tales programas son necesariamente ignorantes) Desde Iker Jimenez, que es capaz de ver conspiraciones por doquier, que habla de las "serendipias" sin entender realmente de que tratan, y vende fantasmas prefabricados vía Adobe © para después endilgarse la dalmática de investigador serio y competente cuando otros revelan por fin el fraude, aprovechando la extrema fascinación que despierta en un público ávido de fantasías y que se deja engañar voluntariamente, pasando por personajes con (aunque usted no lo crea) mucho menos cultura como lo son Carlos Trejo que vende fantasmas incluso ya con la fecha de caducidad de hace más de 5 años, y es que ni siquiera tiene talento para el reciclado, como aquél famoso fantasma en "3 Hombres y un bebe" que resultó fastidiosamente ridículo (de entrada, la película se rodó en un set cinematográfico, e ignoro como un niño que vivía en un departamento terminó suicidándose con un rifle de esas características en un set prefabricado) y demás fauna dedicada al comercio de ignorancia.
Resulta evidente, como comentaba en una ocasión anterior Mauricio-José Schwarz que la gente jamás se dejará convencer mas que de aquello en lo que estén dispuestos a dejarse convencer. Los que comercian con las expectativas emocionales o deseos de trascendencia de los demás no necesariamente tienen que creer en esas mamarrachadas, a fin de cuentas, y a falta de otro talento, es lo único que parece saben hacer para vivir. Pero el grueso de la población acepta sin discernir entre lo que es real, tangible, comprobable, y lo que es solo producto de una fantasía, por consoladora o interesante que esta resulte. A fin de cuentas, si esto me resulta interesante, si me gusta, si me llena un nicho importante entre aquellos huecos afectivos de que adolezco, entonces debe ser real. Lo dice este o aquel libro, salió en el programa de TV de mengano o zutano. Y si sale publicado, o si sale en la TV, entonces por virtud de ello, debe ser real, ¿no es así?
En el programa de TV de "Viva la mañana" que se transmite por la TV mexicana en el canal 4, sale al aire una sección denominada "La mesa de Adame" donde se dan cita la más bizarra colección de vividores de lo para-anormal, desde brujas, chamanes, un par de payasos autodenominados "hombres de negro" pertenecientes a una liga de la justicia paranormaloide, hasta los pesos pesados de la credulidad de las masas, el Sr. Maussan, Trejo, Amira, y demás defensores de "un mundo nos vigila" sea este extraterrestre, del inframundo, o dentro de sus cabezas; lectores de cartas, hojas de te, de naranjo o belladona y un incontable etcetera. Y para darle un aspecto de imparcialidad (risible) a la supuesta mesa, invitan a un escéptico. (omito nombre pues bastante vergüenza ha de resultar salir en ese atropello de programa) el cual se ve metódica y sistemáticamente atacado/vilipendiado/acusado/burlado por los guapos y heroicos cazafantasmas que aparentando defender las creencias de los demás, solo defienden su fuente de ingreso. La imparcialidad está ausente de tal programa a lo largo de su transmisión, al grado de que el mismo presentador da fe absoluta de la realidad de los casos presentados por los fantasmólogos o el creyente en turno.
Esta mañana presentaron nuevas evidencias de la realidad de los fantasmas, y como plato principal un par de videos realmente absurdos por lo ingenuo de su manufactura. Un fantasma, simple reflejo en un cristal presentado como alma en pena en un estudio de grabación, mientras que otro, tan ridículo que daba risa, se notaba el sello de “fantasyland productions inc.” Por todas apartes.
El escéptico, nuevamente, acosado por todas partes por parte de un público que con sus llamadas apoyaban a los presentadores del nuevo misterio en turno, instándolo a callar, a dejar de atacar a los pobrecitos y sufridos creyentes, en pocas palabras, y de manera indirecta, abogando por la eliminación definitiva de la razón y de ese mundo fastidioso llamado “realidad”. Pero me consta que la realidad no desaparece o modifica por el mero deseo de hacerla más interesante, o menos acuciante.
Dice un estimado amigo mio, Antonio:
Asegurar que los perros vuelan equivale a que te tomen por loco, ahora bien; pueden realizarse afirmaciones mucho más disparatadas (con tal de que el más allá esté por medio) y siempre habrá gente dispuesta a creerlo. Erróneamente se suele relacionar la credulidad con cierta falta de cultura, pero no siempre es así. Vengo observando que hay al menos dos tipos de crédulos muy bien definidos:
Personas de cierta edad y escasa cultura que, habiendo recibido una educación religiosa, han acabado mezclando todo tipo de supersticiones con los mitos propios del cristianismo. Son consumidores en potencia de apariciones marianas, santos que lloran y manchas de humedad con cara de personajes bíblicos.
Personas jóvenes y con estudios que no han recibido una educación religiosa especialmente intensa, pero sí lo suficiente para inocular en ellos la idea de otro mundo paralelo e invisible
En el primer caso todo misterio se proyecta hacia lo religioso, ya que el imaginario colectivo de varias generaciones estuvo dominado por una única y poderosa interpretación, y cualquier superstición desembocaba inevitablemente en ella.
El segundo ejemplo no es sino el fracaso de un sistema de adoctrinamiento venido a menos. Cualquier chico de 15 años de hace unas décadas tenía un conocimiento mucho mayor sobre los mitos católicos que los adolescentes actuales; en su vida diaria tenían más importancia los acontecimientos religiosos, y su comportamiento estaba más sometido a la moral que dictaminaba la iglesia.
La consecuencia de esa incapacidad de la religión para seguir practicando sus viejas técnicas de control mental es que muchos jóvenes de hoy son portadores del virus religioso, pero no han llegado a desarrollar la enfermedad. Viven la incertidumbre de un adoctrinamiento inacabado, con una primera etapa que les permeabilizó el tabique entre lo real y lo fantástico, pero sin consolidar la segunda fase que les hiciera interpretar en clave confesional todo lo desconocido.
Esta generación de nuevos crédulos, de autodidactas del misterio, reciben sus referencias de Hollywood en lugar del Vaticano, y no es mejor ni peor; simplemente diferente. Sigue habiendo quien se beneficia de ello sobre la base de interpretar la fantasía, y por supuesto hay quien por encima de todo necesita creer.
El ateismo es a la religión lo que el escepticismo a las creencias paranormales, por mucho que en lo primero esté implícito lo segundo. Tal vez ya no sean los dioses y sus mercaderes los mayores enemigos de la razón humana, sino que la verdadera lacra intelectual del siglo XXI puede venir de la mano de las paraciencias, que a la postre no son sino variantes actualizadas de las más antiguas supersticiones.
Ya para finalizar, tengo que admitir que la existencia de supersticiosos paranormaloides vendedores de fantasías es a veces necesaria. Considero, salvo una mejor opinión, que el fenómeno que estamos viviendo donde tanta superstición se vende al por mayor, es un signo inequívoco de una terrible falla en los sistemas educativos, y es un fenómeno que verdaderamente requiere de nuestra atención. Quizás el que medren a sus anchas tanto charlatan obedece a una necesidad subconsciente por parte de la sociedad que clama a gritos por una reestructuración de los sistemas educativos.
Los vendedores de mundos alternos también cumplen una función secundaria: Son necesarios.
Y son necesarios, en el sentido que, como dijo Enrique Jardiel Poncela Los idiotas también son necesarios, aunque sea para resaltar el talento de los inteligentes
Y con esto, no intento declararme con una inteligencia superior o insólita. Soy solo un poquito inteligente. De verdad, solo un poquitin
Lo suficiente como para no caer en las garras de los paranormalógolos y creerme a ojos cerrados tanta estupidez :P
8 Comentarios:
"Pero el grueso de la población acepta sin discernir entre lo que es real, tangible, comprobable, y lo que es solo producto de una fantasía, por consoladora o interesante que esta resulte. A fin de cuentas, si esto me resulta interesante, si me gusta, si me llena un nicho importante entre aquellos huecos afectivos de que adolezco, entonces debe ser real. Lo dice este o aquel libro, salió en el programa de TV de mengano o zutano. Y si sale publicado, o si sale en la TV, entonces por virtud de ello, debe ser real, ¿no es así?"
Estoy completamente de acuerdo. Pienso que la mayoría de "creyentes" suelen aferrarse a esas historias paranormales por una deficiente experiencia interior y por una falta galopante de autocrítica. Esto originado por la resignación a un modo de vida más o menos estandarizado, sin expectativas razonables de mejorar en cualquier aspecto, simplemente es un "laissez faire" que les lleva directo al matadero sin ni siquiera rechistar. Yo tampoco me considero más listo o inteligente que la media, pero al menos me cuestiono las cosas, y eso es algo que me enriquece y me divierte.
Saludos
Y apostillo:
Toda esa falta de "vida interior" y de criticismo proviene de la falta universal de cultura. No hay otra.
Es lo malo de que la religión establecida haya perdido tanto de su influencia. El vacío fue llenado por una legión de gurús newageros.
Muchos jóvenes se vuelven seguidores de ellos para expresar su rebeldía contra el orden establecido. Lo que no saben es que tanto curas como traficantes de misterios están del mismo lado.
Hey! A poco también eres lector de Jardiel Poncela??
Saludos
Cuestionarse, aun en aquellos temas que más nos gustan, a los que más apego tenemos, es un signo de madurez, y el simple esfuerzo de llevarlo a cabo, imprimen caracter, como estoy seguro sabes muy bien, estimado Manolo. Y no me cabe la menor duda de que todo eso tiene su génesis en la terrible falta de cultura del que adolecen la mayoría, así como en el interés por parte de ciertos poderes económicos, políticos e ideológicos en mantener a la gente de esa manera. Un público poco informado, es más manipulable.
Ciertamente, estimado Roland. Algunos nichos que quedan vacantes por la falla en los mecanismos de adoctrinación de la religión que sea, son prontamente rellenados por alternativas, algunas más virulentas que la enfermedad previa. Quizás un signo de la decadencia de la cultura.
Y efectivamente. Si que leo a Jardiel Poncella. :)
a veces me encanta ver como asesino el idioma de manera inadvertida,,, pero ¡Hey! nadie es perfecto. Y como advertí en esta entrada, solo soy un poquitin inteligente :S
Reza una cita conocida de Ernst Jünger: "Cuando las iglesias son demolidas, no por ello desaparecen las necesidades que ellas satisfacían; al contrario, se hacen aun más fuertes".
Muchas gracias por su comentario sobre mi abuelo.
No hay nada que agradecer, estimado Enrique. Leo a Jardiel Poncela desde hace muchos años. Y siempre lo encontré maravillosamente genial.
Por cierto, agrego de nota final: Puse a propósito Poncella, a partir de un comentario que hace él precisamente con respecto a su primer viaje a Nueva York, cuando confunden su apellido e insisten en escribirlo de esa forma. Espero que no lo considere como una falta de respeto.
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